lunes, 25 de abril de 2016

Entre la realidad y la ficción (II) : Tiempo y espacio en la leyenda de El Jabato


Panorámica desde la Mesa de Sancha: Callejuelas, Umbría del Huertezuelo, Monroy y Valle de Castril

SOBRE EL  TIEMPO
    El bandolerismo es un fenómeno que, en Andalucía, tuvo su mayor virulencia en el siglo XIX. Si en nuestra región se pone fin al mismo a finales de este mismo  siglo, hemos de situar a “ El Jabato”, como un bandolero típico del siglo XIX. Su estancia entre los términos municipales de La Puebla y Constantina debió ser breve porque no trascurrió tiempo suficiente  para que se recogieran por escrito datos sobre él ( nombre y apellidos, edad, origen,  procedencia, descripción de su persona, hechos en los que participara…) de ahí que los breves episodios a los que alude la leyenda nos parecen esporádicos, más bien de un bandolero solitario e itinerante, que en su huida hacia Sierra Morena se instala en sus estribaciones para descansar, sanar alguna herida o proveerse de medios económicos cuando se percata de que la orografía, el terreno, al  que ha llegado le es favorable. De ahí, creo,  radica el que sobre el personaje predomine la ficción y la imaginación de los que elaboran esta leyenda de transmisión oral, a partir de algún hecho concreto como pudo ser la forma de asaltar a los viandantes, ya de por si suficiente para darle cuerpo a la leyenda.

Panorámica desde la Mesa de Sancha: La Puebla de los Infantes (a la izquierda) y El Santo (al frente)
    Dicha ficción  podría alargarse sin fin ya que al igual que se le atribuye incluso novia en Constantina, se le podría situar igualmente viniendo de noche a La Puebla alguna vez y pernoctando, porqué no, en uno de los mesones de la calle del mismo nombre popular, tras algunas partidas de brisca o barisca… Y así hasta donde se quiera ( caminos utilizados para ir a Constantina, para venir a La Puebla, forma de desplazarse: a pie o a caballo, barba postiza, vestimenta y sombrero para no ser reconocido…), hasta la elaboración de una novela o el guión de una película.
En primer término, masa forestal donde se asienta la cueva de El Jabato , próxima al arroyo, y al fondo la Mesa de Sancha       ( Fotografía tomada desde los Paredones de Martín)

SOBRE EL ESPACIO

     Si nos atenemos a lo que la leyenda y la transmisión oral nos dicen del personaje en cuestión, “El Jabato” tiene su sede en una cueva que conserva  su sobrenombre, escondida entre maleza, y situada sobre un promontorio, entre el arroyo y la mesa de Sancha. Sería desde esta desde donde él dominaría el territorio y controlaría al personal ¿ Dónde actúa asaltando a transeúntes que van y vienen  entre La Puebla a Constantina? Lo más razonable es que fuera en el tramo de Monroy y los Riscos del Torilejo (frente a La Adelfa), siendo este último lugar posiblemente el que los románticos preferirían que fuera, por lo escarpado del terreno. Solo tendría que atravesar Las Callejuelas y la Umbría del Huertezuelo y llegar a Monroy para Los Riscos. Se podría suponer que su actuación saqueadora pudiera haberla extendido también al  antiguo camino y posterior carretera de Constantina a La Algecira (La Quintera) a través de El Castrejón y Gibla. Como observamos, la mitificación del personaje en cuestión en la transmisión oral de La Puebla, nos viene dada por la vinculación del territorio en que se mueve, que pertenece a este término municipal. Es este espacio real, a la vez,  el que le imprime cierta verosimilitud al relato. 

                                  Al fondo, el cortijo de La Adelfa y enfrente, a nuestra derecha, los Riscos del Torilejo                                    ( Panorámica desde la Mesa de Sancha)
    Mi agradecimiento a Carmen Villanueva Márquez y a su marido Francisco Gómez Aranda que me acompañaron y orientaron en el recorrido por el territorio de “El Jabato”; y a su madre, Carmen Márquez por sus informaciones. Carmen Villanueva es biznieta de Antonio Algarrada Castro y nieta de José Villanueva Santana dueños durante gran parte del siglo XX de dicho territorio (Sancha, Callejuelas…); en la actualidad, heredado por hijos y nietos del abuelo.

Entre la realidad y la ficción (I) : Leyenda de El Jabato

 El Jabato era un bandolero, que se asentó en terrenos del término de La Puebla de los Infantes donde se encuentra la famosa cueva de su sobrenombre, relativamente cerca, a dos kilómetros aproximadamente, de la carretera, entonces camino, de La Puebla a Constantina, que era donde él cometía sus asaltos y fechorías, que no solo le suministraban el sustento para vivir sino que acumularía con el tiempo una enorme fortuna. Consistía su ardid en que cuando venían unos  pañeros de Constantina a vender a La Puebla, periódicamente, él que tenía controlado su paso, a la vuelta de aquellos al pueblo vecino, cuando suponía que traerían dinero abundante de sus ventas, colocaba unos muñecos que les apuntaban con sus trabucos. Él los detenía les hacía ver que estaban encañonados por su cuadrilla de bandoleros y acababan dejándoles el dinero por temor a que los acribillaran.
La única persona que se relacionaba con El Jabato, con el que mantenía una cierta amistad, era un cabrero, según se dice de Constantina, que, a cambio de regalos, le traía los recados que aquel le pedía. Quizás por mediación de él llegó incluso a entablar relaciones con una joven de su pueblo, que veía algunas noches y a la que le confiaba sus peripecias para hacerse de dinero. Esta joven, cuando dejó sus relaciones con él, le confió a alguna amiga cómo engañaba El Jabato a los pañeros y a otros a los que extorsionaba por el referido camino; de manera que llegó a oídos de los comerciantes los cuales, en adelante, se pertrecharon bien de armas de fuego y planearon la estrategia de que cuando El Jabato les saliera al encuentro ellos inmediatamente harían fuego contra él teniendo en cuenta que lo que ellos creían que era su cuadrilla, se trataba de simples muñecos.
Así ocurrió la última vez y así acribillarían a El Jabato antes ni siquiera de que empezara a hablar, el cual, herido de muerte, llegó como pudo a su cueva. Sería allí donde el cabrero se lo encontraría muerto, le registraría su aposento y se quedaría con todo su dinero.

Finaliza la leyenda refiriendo el botín que disfrutarían en adelante aquel cabrero y su familia.

Entrada a la cueva de El Jabato, situada entre el arroyo y la Mesa de Sancha

domingo, 17 de abril de 2016

Nazario Castaño Morgado y su Canción del Término Municipal

I.- INTRODUCCIÓN : En un blog como este sobre La Puebla de los Infantes, no podría faltar el poeta puebleño y mejor persona, Nazario Castaño Morgado: su vida, su obra y, en particular, su “Canción del Término Municipal”, en la que lo describe todo él, en sus 136 versos, sin dejarse nada atrás; composición obligada a consultarse cuando se quiere uno orientar por el término de La Puebla y que forma parte ya del patrimonio cultural del pueblo, que recuerda con cariño a su autor, como ha sido el caso de la Murga de 1996 que utilizó para casi todo su repertorio canciones de Nazario, y a quien se le rinde  homenaje continuamente cuando se oye a personas recitando de memoria sus poemas y su famosa Canción. Considero oportuna esta entrada tras la de los caleros, por la relación de Nazario con ellos, y es que durante una etapa de su vida trabajó arrancando piedras calizas en EL Ganchal contratado por ellos, y es mi deseo que este hombre trabajador y honrado, como otras personas anónimas que allí trabajaron, formen parte también del sencillo homenaje público que les brindo a los caleros más conocidos de las últimas décadas en el periódico VIVA La Vega (Nº 37, del 1 al 15 de abril de 2016, Pag. 12) y en este blog (Entrada nº 39).

Nazario Castaño Morgado
II.- BREVE RESEÑA ACERCA DE NAZARIO CASTAÑO MORGADO (SU VIDA Y SU OBRA): Nace en La Puebla de los Infantes en 1913, en que crece con toda clase de carencias, comenzando a guardar ganado desde su más tierna infancia, lo que no le impide su afán de aprender y adquirir cultura, que lo conseguiría  de manera autodidacta al unísono y codo con codo con su gran amigo desde niños, Antonio Román Alonso, otro insigne puebleño que da ya nombre a una calle del pueblo, y con el que compartiría afanes y esperanzas. Tras su defensa de la democracia republicana durante la Guerra Civil y las consiguientes represalias por ello, a su finalización volvería a La Puebla formando su propia familia y realizando toda clase de trabajos como obrero manual. Siendo ya un hombre maduro,  a las referidas carencias desde pequeño y represalias por su defensa de la democracia, él respondía con sonrisa, buen humor, espíritu de conciliación y tolerancia, relacionándose perfectamente con todo el pueblo.                              Su buen humor, su vocación de poeta, y en fin sus composiciones jugarían un importante papel entre las murgas de las fiestas de Carnaval de  La Puebla en los años anteriores a la mencionada Guerra Civil, destacando su “Canción del Término Municipal” (1935), todo un referente en el pueblo. Si bien, Nazario no fue solo compositor de canciones para las murgas; muy al contrario, dejó escritas muchas otras composiciones en las que quedan patentes su altitud de miras, su humanidad, su deseo de paz y su apuesta por los valores humanos. Concluyendo, diríamos que estamos ante un gran puebleño que nos da  ejemplo de superación humana, digno de ponerse de manifiesto. Sus amigos lo recuerdan como “poeta del pueblo y para el pueblo".                                          Finalmente, mi agradecimiento por su colaboración a su única hija, Carmen Castaño Tamayo.


Entrada al Término Municipal desde Peñaflor

III.- "CANCIÓN DEL TÉRMINO MUNICIPAL"
Si ustedes prestan silencio                      Tenemos la fuente Hierro  
les podremos explicar                             que desde allí se ve,
de las tierras que compone                      El Cuezo y La Mezquita
el Término Municipal:                              y la fuente La Mujer.
Empezamos por Las Cruces                     Más arriba, Los Navazos,
Castaño con las chumberas,                    El Bracho y La Laguna,
los olivos de Molina,                                Archidona y Los Riscales,
hasta llegar a Las Calveras.                     Las Monjas y La Fortuna.
Como la falda de El Santo                       El Casarejo, Las Cuernas,
está tan aparcelada,                               dehesa de Los Barrancos,
nos subimos a lo alto,                             Mejías, la Sierra El Lobo,
a la finca de Brigada.                              hasta llegar al Lagar Blanco.
El llano de Quiebraollas,                          Tenemos Los Agredanos,
la fuente de Tío Mateo,                            Gibla y el cerro El Pintor,
el Pozo de la Medina                                y todos aquellos cortijos
y la estación de Borrego.                         que hay a su alrededor.
Cantera y camino Palma,                         El Lentisco y también Sancha,
que todo es muy nombrado,                    la cueva del tío Vihuelo
está el molino de Lemos,                         Callejuelas, Los Linares
que está muy próximo al Prado.               y la umbría del Huertezuelo.
Pues tenemos El Pozuelo,                        La dehesa de Castril,
Valdelvira muy a la vera,                         La Adelfa que cerca está,
y todos los olivares,                                El Viejo, Los Recitales,
hasta llegar a La Melera.                         Tres Mojones y Gualvacar.
Tenemos el huerto del Moro,                    Llegamos a La Viñuela,
la dehesa de El Collado,                           los cerros de Juan Labrá,
el huerto de Los Tobalos                          Peñalevanto y La Mata,
y el pecho de El Trasquilado.                    y La Vera, cerca está.
Pues tenemos Los Canchales,                   También Monroy y Los Cerros,
hasta llegar a La Tabla,                            el cortijo de El Tejero,
el molino de Vicente,                               la sierra de Las Palomas,
que muele a fuerza de agua.                    hasta llegar a Mazuecos.
También tenemos allí                              Pasamos por El Campillo,
la presa de La Aurorilla,                           El Moral y Cañada Rasa,
el barranco de El Infierno                         Toda la parte de El Sanguino
y los huertos de Angorrilla.                       y la umbría de la Urraca.
Y más arriba Los Linos,                            Pasamos por El Ruidero,
El Álamo y el Timonal,                             El Cañuelo y El Carrasco,
los olivos de La Loma,                             está la mina de El Galayo,
hasta llegar al Alfar.                                cuando se llega a lo alto.
El cortijo de Caballo,                                Más arriba, La Lozana,
el llano de El Herrador,                             La Eliseda, El Parronal,
y también La Canteruela                           El Romeral y Los Llanos,
que está a continuación.                           y todo El Esparragal.
El molino de Domecq                                Tenemos El Acebuchal
El Monte y Los Celedonios,                        que sube a La Sierrezuela,
la umbría de La Pileta,                              La Abejera y El Castrejón,
y el olivar de El Madroño.                          Los Picachos y La Cueva.
Muy cerca está Piedras Blancas,                Tenemos La Gollorita,
la finca Los Cerrillares,                              cerca de La Barrondilla,
la parte de La Algecira,                             Las Vegas y El Golondrino,
y al Retamal todos saben.                         hasta llegar a La Dehesilla.
Después, a continuación,                          Tenemos Las Majadillas,
tenemos El Cantarero,                              que están muy cerca de allí,
la parte de La Florida                                Agua Buena y La Argolla,
y la loma de Borrego.                               Arroyo Hondo y El Toril.
Nos pasamos por Cañuelas,                      La parte de Pascualillo,
y la huerta de El Pesebre,                         que sabrán a donde es,
el llano de La Herrería                               Las Pitas y el Cerro Gordo,
y también por Garcipérez.                         que están detrás del cuartel.
Llegamos a Estacá Larga                           Haza Granado y Cigarra,
y a la haza del Poal,                                  El Greal a la verita,
Meléndez y Los Cabellos                            El Letrao, La Mesa Torres
que se quedaban atrás.                             y el huerto de Cascaritas.
Quemadero, Escuchagranos,                      Poned atención, señores,
El Canchal y La Marquesa,                         que esto se ha terminado
el hoyo de Valdediós,                                y que ustedes nos dispensen
Enriaderos y Las Mesas.                            por si algo se ha olvidado.



Croquis del Término Municipal de La Puebla de los Infantes

    El día 30 de marzo de 2017, el Pleno del Excmo. Ayuntamiento de La Puebla de los Infantes aprueba por unanimidad, atendiendo la solicitud de un grupo de vecinos y teniéndose en cuenta sus méritos, denominar con  el nombre de Nazario Castaño Morgado una placita construida recientemente en un ensanche de la calle Matadero de la localidad.

martes, 5 de abril de 2016

En recuerdo y reconocimiento a los caleros de La Puebla de los Infantes

 “Colgado de un barranco, duerme mi pueblo blanco”, canta Serrat. El barranco nos recuerda la ordenación urbanística de la época romana que disponía el proveer los pueblos de buenos sistemas de desagües para evitar inundaciones. La blancura nos traslada a nuestro pasado andalusí en que se inventó el blanqueo de nuestras casas para defendernos del sol canicular y procurarnos higiene y desinfección al mismo tiempo. Entonces surgiría la actividad de las caleras. Pero como actividad económica propiamente dicha  se empieza a saber en nuestra Andalucía, y se generaliza, a partir del auge económico agrícola del siglo XVIII. Decíamos en un reportaje anterior que es a partir de este siglo cuando se comienza  a dar importancia económica a la dehesa y se produce el beneficio recíproco del dueño de la misma y carboneros, piconeros y caleros que la mejoran con sus actividades. En el caso de los caleros, en un entorno como el nuestro de predominio de la piedra caliza, ellos la recogen y obtienen tras una ardua tarea de extracción, acarreo, cargar la calera y quemarla…, la cal que a continuación tenían que vender por las calles de nuestros pueblos andaluces, así como en sus propias casas, para el encalado o blanqueo.
En La Puebla ha habido una larga tradición de caleras y caleros. La escuela por donde casi todos debían pasar era nuestro famoso Ganchal ( por canchal = pedregal, peñascal), un espacio público que en el último siglo ha tenido diversas funciones, pero la mejor, hasta ahora, ha sido, sin duda, la de la extracción de piedras calizas, el montaje de caleras y la fabricación de la cal no solo para el blanqueo sino para las obras de construcción.

Juan Antonio Saravia Martínez y Manolo Gámiz Santana, en la actualidad, en la calera del primero en El Ganchal
Hoy hemos quedado citados con Manolo Gámiz Santana, de la saga de los Santana, aunque su “apellido” por el que más fácil se les conocía a todos era el de “Calero” y con Juan Antonio Saravia Martínez, prácticamente el último calero en activo, aunque ya casi octogenario.  Y hemos quedado en la calera de este último que tiene cargada ya y a punto de quemarla en El Ganchal,( pues quiere terminar allí esta actividad donde empezó desde niño) para que nos hablen de su experiencia como caleros,  Mientras les tomo una foto para el recuerdo, me van relatando sus vivencias al tiempo que me enseñan las partes de una calera: el caño, la puerta, el pecho y el cobijo o cabeza; las piedras que se utilizan y sus propiedades: la almendrilla ( la que da mejor calidad de cal), la tosca( de inferior calidad) y la jabaluna(mejor para obras). Así mismo, me enseñan sus herramientas: el calabozo para cortar monte bajo; el pico, la espiocha, la porra, la barra, el porrillo,… para arrancar piedras y partirlas; el horquillo para meter el monte en la calera, el gancho para bregar con los haces de monte o ramón. Me aclaran que el mejor monte era la jara, la retama y la chaparrera; pero observo que los haces de que dispone ahora Juan Antonio son  de ramón o varetas de olivos, procedentes de haber desvaretado los suyos, también observo leña amontonada, porque actualmente el monte bajo está protegido y no se puede cortar.

Carga de una calera de los Hnos. Santana Asenjo en el Cordel de Hornachuelos, junto a los Ganchales/Canchales de la Virgen

Manolo conoce el oficio. Conoció desde pequeño el trabajo de su abuelo Manuel Santana en El Ganchal, que a su muerte lo proseguirían su abuela Carmen Asenjo y sus hijos. Sobre los doce años se incorporó al trabajo en firme con sus tíos Eduardo y Adrián,  ya fallecidos, en sus caleras del Cordel de Hornachuelos, que sirve de límite entre los términos municipales de La Puebla y Peñaflor, a la altura de los Ganchales o Canchales de la Virgen, donde tenían en abundancia las piedras calizas que necesitaban. Y con ellos estaría casi hasta los treinta años. Se le nota la desenvoltura cuando dialoga con Juan Antonio en el lenguaje o jerga de los caleros y cuando tiene respuesta  para cualquier duda que le planteo, aunque prefiere que sea Juan Antonio el que dé primero sus explicaciones por la cortesía ante una persona mucho mayor que él. Me refiere sus buenos recuerdos del disfrute del campo, de la dehesa, de dormir bajo una encina mientras se quemaba la calera…Por contra también recuerda el trabajo duro de arrancar piedras  de las soleras o la complicación que les producía una tormenta en la mitad del proceso de la quema.

Los hermanos Ramón y Juan Antonio Saravia descargando una de sus caleras

Juan Antonio tenía tres hermanos varones mayores que él: Ramón, Antonio y Manuel, que también han sido caleros,  y aprendieron el oficio de los maestros caleros de El Ganchal, particularmente de Manuel Santana y de Celedonio González Santana. Él lo aprendió de su hermano Ramón, diez años mayor que él, con el que trabajó desde niño hasta que se casó y se independizó ubicando su calera en el Km.8  de la carretera a Peñaflor, junto a Almenara.
 Refiere cómo ha compatibilizado este trabajo con el de arriero y el de carbonero. Su pequeña arria le facilitaba la labor del transporte de piedras en las pedreras, de haces de monte y ramón, de leña, de cal, de carbón, de aceitunas, de corcho... Recuerda también a su mujer, ya fallecida, y a sus hijos Dolores y Juan José que  le ayudaron en tantos trabajos. Demuestra que a su edad todavía conserva una gran afición por estas actividades, sobre las que nos dice que aunque reconoce que son muy duras, él, por haberse criado en esto, las entiende y las realiza con facilidad. Y una de sus mejores distracciones consiste en ir a alguna feria de ganado a disfrutar de buenas razas de burros.
     Finalmente ambos se lamentan que se haya ido perdiendo esta actividad a partir del proceso de industrialización de pinturas y materiales de construcción sustitutivos de la cal, pero  valoran mi  interés de recordar estos temas porque esa ha sido la vida de muchos puebleños y sus familias desde siglos atrás y señas de identidad y cultura de nuestro pueblo. Y están dispuestos los dos a transmitirlo a los niños y jóvenes del pueblo que acompañados de sus maestros  y maestras o sus padres y demás personas interesadas deseen conocerlo.
Muchas gracias a Juan Antonio y a Manolo.       Fotos: Joaquín Conde y Rafael Velasco.