Panorámica desde el camino de acceso a la presa y molino de Sofío |
Por tratarse de la primera entrega de una serie de capítulos viajeros, senderistas y en fin, de disfrute turístico por
Hoy
nos referiremos a un enclave paisajístico y antropológico espectacular cual es
la presa y el molino (hidráulico) del Agrimensor, conocido en estos lares como
de Sofío. Se encuentra a unos 5 Kms del casco urbano, a través de un camino
rural en perfectas condiciones de pavimento, salvo en el último tramo de
pendiente hacia el río, un poco deteriorado por las aguas pluviales; que parte de la prolongación de la C / Cruz en dirección Nordeste
para encontrarnos con el río Retortillo, afluente del Guadalquivir por la
derecha, que sirve de límite entre las provincias de Sevilla por nuestro
término, y Córdoba por el término de Hornachuelos.
Nada
más iniciar nuestra marcha, a pie o en cualquier clase de vehículo, vamos
dejando el Valle del Infierno, a la derecha, y comenzamos a otear las primeras
dehesas, en las que pace ganado vacuno y de cerda y que nos invitan a las
primeras fotografías, con tintes
bucólicos. No encontraremos obstáculos, solo tendremos que empujar dos cancelas
a lo largo del recorrido ( y dejarlas cerradas para que no se escape el
ganado). Y, por fin, allá abajo, el Retortillo, entre un precioso bosque de
ribera digno de pintarse en cualquier época del año, que tras el remanso de la Presa de Sofío discurre con
aguas bravas, camino de otro remanso un poco más abajo: la presa de
derivación o de Malapiel. Antes de esta
podremos disfrutar, si queremos asomarnos a él, a unos trescientos metros, del
paraje de la desembocadura del arroyo del Infierno (toponimia que evoca la leyenda
de nuestros antiguos monjes templarios, que referiremos en otra ocasión), en el
que se solazaban generaciones de puebleños y puebleñas los días 8 de septiembre
con motivo de la antigua romería de la Virgen de los Remedios en su ermita de El
Collado.
Resulta
de lo más atractivo y agradable la visión en 180º desde el rellano circundante
del molino y las estancias de los
molineros y sus animales, con la salvedad del estado ruinoso de las
construcciones, resultado del paso del tiempo, la erosión y los actos
vandálicos de las últimas décadas. En esta visión podemos incluir el vuelo
majestuoso de buitres negros y leonados; igual ocurre al oído: los sonidos de
los pájaros, del chapoteo del agua…y si se desea, hasta del silencio; y al
olfato: aromas procedentes de pinos, eucaliptos, jara, romero, mastranto,
espliego o cantueso…
Podemos admirar allí las partes diferenciadas
en torno al molino hidráulico harinero y de pienso para el ganado: la presa, el
caz o cauce desde la presa hasta los pozos y las instalaciones de la
molienda o el rodezno. O podemos realizar una recreación de
cómo fue la vida en aquel lugar, hoy emblemático, del molinero Sofío Casado del
Valle, y su familia, primero con su tío Vicente del Valle desde 1910, del que
heredaría esta propiedad, y posteriormente, ya casado, con su mujer Encarnación
García y sus cuatro hijos: Valeriana, Antonia, Sofía y Vicente. Este cogería el
testigo de su padre a temprana edad cuando este entró en el ocaso de sus días y abandonaría la actividad en la década de los
sesenta para ir a buscar mejor fortuna en Sevilla. Con una gran lucidez
memorística nos regala todos los datos que le requiramos para dicha
recreación: el proceso de la molienda
desde la limpieza del grano hasta la obtención del producto, el cobro de su
trabajo con dinero o con maquila… y en la que es inevitable escucharle hablar
de las peripecias durante las crecidas del riachuelo o las que tuvieron lugar
como consecuencia del estricto control del molino durante la Guerra Civil y la
inmediata posguerra, para concluir que su molino quitó mucha hambre en el
pueblo.
Actualmente
aquel paraje, tan familiar para los puebleños por las vivencias de los días de
gira por San José, y en el referido de la antigua romería, en los días de pesca
y baño, en la múltiples excursiones escolares…, debido al carácter acogedor de
esta familia Casado-García, sigue siendo una propiedad privada, pero los
herederos no ponen obstáculo alguno a una visita en la que todo quede tal como
nos lo encontremos, lo cual es de agradecer.
En
fin, nos estamos refiriendo a un espacio ecológico de alto nivel por
cuanto reúne todo cuanto se puede pedir a
un paisaje serrano: sierra, flora y fauna mediterránea, ríos, cascadas, parajes
atractivos…;de
gran interés cultural y antropológico por cuanto los restos de vivienda y
estancias, molino… tienen un potencial de recreación histórica que permiten
reconstruir el modus vivendi de generaciones cercanas y lejanas. Es un magnífico lugar desde
el punto de vista recreativo y de salud: senderismo y marcha, lugar propicio
para la relajación, la lectura y la reflexión, la hidroterapia… Al tratarse de
un paisaje típicamente mediterráneo en donde se pueden encontrar una
vegetación y fauna abundantes, diversas
y de gran calidad, biólogos y aficionados
tienen a su alcance un magnifico laboratorio natural. Un lugar ideal también
para que los estudiantes puedan aprender in situ lecciones de geología,
biología, botánica y zoología.
Finalmente,
gracias por su colaboración a Vicente Casado García, o Vicente Sofío, como
aquí conocemos al último molinero.
Presa de Sofío |