miércoles, 17 de febrero de 2016

Experiencia de trabajo en el carbón vegetal

La obtención de carbón vegetal ha sido una actividad milenaria que se pierde en la noche de los tiempos. Muy importante desde siempre, en sus orígenes se trataría de restos  de madera carbonizada procedentes de hogueras. Se le relaciona con las pinturas rupestres prehistóricas y en la Edad de los Metales, con la metalurgia en general y con la forja del hierro en particular. En los últimos siglos, en concreto a partir del siglo XVIII, de todos es conocido el impulso agrario en nuestro país y en concreto la importancia económica de la dehesa en un entorno como el nuestro, en la que encontramos el beneficio recíproco que se procuran  el dueño de la misma, dejando que carboneros y piconeros la limpien de monte bajo y talen encinas y alcornoques, a cambio de que se beneficien con la elaboración del carbón y picón respectivamente; por tanto sería a partir del mencionado siglo cuando comenzaría la comercialización de estos productos. Algo similar ocurrió con el beneficio mutuo de los dueños y los caleros en las dehesas, de la que trataremos en otro reportaje.
            Fieles seguidores de esta actividad milenaria, tenemos todavía en La Puebla a diversas personas que de vez en cuando montan su pequeña carbonera, tras la tala del olivo o la encina, normalmente para consumo propio y de familiares y amigos. Tal es el caso de los hermanos Rafael y Francisco Gonzaga Naranjo , a quienes hemos visitado para rememorar su experiencia como carboneros, y particularmente para que nos hablen  de su último carbón obtenido recientemente, del  que realizó una amplia serie fotográfica nuestro paisano Manuel Barco Rodríguez, al que le agradecemos las imágenes de este reportaje.


Rafael y Francisco empalando su boliche o carbonera

Cubrimiento del empalado con ramas verdes y tierra


Rafael, en la puerta de su carbonera

Los dos hermanos recogiendo el carbón, fruto de su intenso trabajo

Buenas tardes, Rafael  y Francisco, somos todo oídos para que nos habléis sobre vuestra experiencia en torno al carbón vegetal  y de los años en que tiene lugar.
  -En los primeros años de la década de los cincuenta nos encontramos con nuestro padre inválido, nuestra madre y cuatro hermanos pequeños. Rafael, el mayor, tres años mayor que Francisco, siendo un niño al que le gustaba el campo, que ya había ayudado a hacer algunas carboneras, comienza a hacer las suyas propias ayudado por nuestro padre, muy mermado de facultades, para hacer frente al mantenimiento de la familia. Nos instalamos en un chozo en Los Barrancos, de Fernando Aranda, en el término de Constantina, cerca del río Guadalvacar y lindando con Las Francas. Hacíamos el carbón de “tomonte” ( toda clase de monte bajo y arbustos) porque aparte de que nos resultaba más fácil hacerlo a niños pequeños era muy demandado porque lo grueso se usaba como carbón propiamente dicho y el residuo o la cascarilla podía servir como picón en el brasero, siendo incluso mejor.
(No salgo de mi asombro acerca de lo que oigo) Entonces, Rafael, ¿con cuántos años calculas que hiciste tu primera carbonera?
(Sin dudarlo) - Con nueve años. Como referíamos antes yo había ayudado a hacer algunos boliches a otros carboneros y aprendí a empalar bien fijándome en todos los detalles y sobre todo dónde tenía que poner la puerta de la carbonera.
¿Cómo era la venta de vuestro carbón? (Sale a colación la canción tradicional: “El carbonero, por las esquinas, va pregonando, carbón de encina…”)
-De la venta se encargaba nuestra madre. Teníamos un burro, al que le cargábamos dos o tres sacos y ella lo llevaba andando, claro, a carbonerías de Constantina o de Lora. La venta daba resultado porque, como decíamos, vendíamos el tipo de carbón más demandado entonces.
Por cierto, ¿cuál es la proporción entre la madera empalada y el carbón obtenido?
-Si tenemos en cuenta que la leña que normalmente se usa es la verde porque da un carbón que pesa y dura más y arderá mejor porque tiene más gas, la proporción en encina es de cada 4,5 Kg. de leña obtenemos 1 Kg. de carbón. Y en olivo serían 5 Kg. de leña.
¿Rafael, tan buenos recuerdos os trae a la memoria vuestro trabajo de antaño en el carbón hasta el punto de haber vuelto a montar recientemente una enorme carbonera?
-En 40 años que llevo en La Puebla de los Infantes he hecho más de 20 carboneras y la verdad es que ha venido siendo como un hobby, una afición para mí. Si tenemos en cuenta que además me encuentro magníficamente en el campo…La verdad es que el carbón en si es bastante trabajoso y si me apuras, hasta peligroso, pero mis gratos recuerdos de la infancia no eran tanto los del carbón, como la vida tan sana que llevábamos, la solidaridad entre los que trabajábamos en la dehesa ante cualquier necesidad que hubiera, los dueños que se portaban muy bien con nosotros… Este trabajo del carbón nos abrió puertas a Francisco y a mí , cuando fuimos haciéndonos mayores, a desarrollar otros trabajos remunerados en la dehesa y en el olivar.
¿Tenéis algún hijo o sobrino  que se maneje bien en esto del carbón y esté dispuesto a seguir la tradición familiar?
-Tenemos hijos estupendos dispuestos a ayudarnos en lo que necesitemos, como nosotros a ellos, pero no creemos que sigan con la tradición. Para esto hace falta mucha afición y haberse criado uno en esto por necesidad o por lo que fuera.
 ¿Veis posibilidades ahora de  que personas  del pueblo pudieran realizar este oficio aunque solo fuera unos meses al año, dado nuestro entorno de olivares y dehesas?
-Ahora menos que hace unos años porque han comenzado las fábricas de carbón vegetal a funcionar para el turismo y está el mercado muy saturado. Además lo que es el tomonte no se puede hacer, porque ya no se puede arrancar el monte de cabeza ( lo que tiene cepa), como la retama, el madroño, el lentisco, el brezo…Las leyes son cada vez más restrictivas en esta materia.

Muchas gracias a los dos por vuestra colaboración.