lunes, 25 de abril de 2016

Entre la realidad y la ficción (I) : Leyenda de El Jabato

 El Jabato era un bandolero, que se asentó en terrenos del término de La Puebla de los Infantes donde se encuentra la famosa cueva de su sobrenombre, relativamente cerca, a dos kilómetros aproximadamente, de la carretera, entonces camino, de La Puebla a Constantina, que era donde él cometía sus asaltos y fechorías, que no solo le suministraban el sustento para vivir sino que acumularía con el tiempo una enorme fortuna. Consistía su ardid en que cuando venían unos  pañeros de Constantina a vender a La Puebla, periódicamente, él que tenía controlado su paso, a la vuelta de aquellos al pueblo vecino, cuando suponía que traerían dinero abundante de sus ventas, colocaba unos muñecos que les apuntaban con sus trabucos. Él los detenía les hacía ver que estaban encañonados por su cuadrilla de bandoleros y acababan dejándoles el dinero por temor a que los acribillaran.
La única persona que se relacionaba con El Jabato, con el que mantenía una cierta amistad, era un cabrero, según se dice de Constantina, que, a cambio de regalos, le traía los recados que aquel le pedía. Quizás por mediación de él llegó incluso a entablar relaciones con una joven de su pueblo, que veía algunas noches y a la que le confiaba sus peripecias para hacerse de dinero. Esta joven, cuando dejó sus relaciones con él, le confió a alguna amiga cómo engañaba El Jabato a los pañeros y a otros a los que extorsionaba por el referido camino; de manera que llegó a oídos de los comerciantes los cuales, en adelante, se pertrecharon bien de armas de fuego y planearon la estrategia de que cuando El Jabato les saliera al encuentro ellos inmediatamente harían fuego contra él teniendo en cuenta que lo que ellos creían que era su cuadrilla, se trataba de simples muñecos.
Así ocurrió la última vez y así acribillarían a El Jabato antes ni siquiera de que empezara a hablar, el cual, herido de muerte, llegó como pudo a su cueva. Sería allí donde el cabrero se lo encontraría muerto, le registraría su aposento y se quedaría con todo su dinero.

Finaliza la leyenda refiriendo el botín que disfrutarían en adelante aquel cabrero y su familia.

Entrada a la cueva de El Jabato, situada entre el arroyo y la Mesa de Sancha