El/La
imprescindible nos remite a alguien muy importante e irreemplazable. A veces
hemos podido aplicarle este calificativo a algún líder político, social,
sindical, religioso...a alguna figura artística o deportiva…a algún cargo, jefe
o compañero de trabajo… Pero más de una vez también nos habrá ocurrido que se
nos ha caído “el imprescindible” del pedestal en el que lo habíamos subido. Y
ello, porque nos habremos dejado seducir por lo superficial o accidental de las
personas (sus títulos, su status, su
expresión verbal, su capacidad de convencer y “meterse al personal en el
bolsillo”, su pose, etc…).
Si atendemos a lo
sustancial que debemos ver en las personas, los imprescindibles no nos fallarán
ni decepcionarán nunca, porque son auténticos referentes humanos de los que
estamos aprendiendo siempre, esos en los que debemos mirarnos para llegar a ser
buenas personas , si queremos crecer cada día en valores humanos, tan
escasos en la sociedad en que nos está tocando
vivir actualmente, en el siglo del triunfo del individualismo que decíamos en
el artículo anterior, en la que muchos que consideramos “líderes” (políticos,
sociales, religiosos…) no solo no reúnen
las características de los imprescindibles sino ni tan siquiera son ejemplos
para la misma sociedad que deposita su
confianza en ellos, pues con sus actuaciones demuestran estar enfrascados en sus ambiciones personales a
toda costa, cuando no mirando para otro lado ante el sufrimiento humano al que
hemos llegado en los tiempos que corren. Por el contrario, los imprescindibles
son paradigma de servicio y preocupación
por los demás, sobre todo de los más débiles y vulnerables, olvidándose de sus
propios intereses.
Todos deberíamos
tener la oportunidad alguna vez en la vida de tratar a algún imprescindible
pues la experiencia nos enseña que quienes los conocen y tratan con ellos les
dejan una huella que terminan marcando sus vidas.
Desgrano a
continuación unos versos de un sencillo poema que me ha inspirado la
trayectoria de un hombre imprescindible, del que la vida me ha honrado con su
amistad, me refiero al que ha sido Alcalde de La Puebla de los Infantes,
Antonio Torres Molero, al que pongo nombre por ser sobradamente conocido en los
pueblos de La Vega
por su talante, valores humanos y testimonio,
que, a su jubilación, deja la estela de casi toda una vida entregada a su
pueblo y a sus convecinos de una u otra manera, dándolo todo.
LOS IMPRESCINDIBLES
Los imprescindibles son incansables
no paran de hacer el bien
por donde quiera que van,
derrochan alegría, entusiasmo, felicidad.
Son honrados, honestos, laboriosos,
coherentes, justos, generosos.
Escuchan, no juzgan,
ni le ponen sellos a nadie;
al contrario, irradian amor
y se ponen en el lugar del otro.
Están siempre dispuestos a satisfacer lo ajeno
antes que lo propio.
Son humildes, sencillos,
se conforman con muy poco.
Y luchan, luchan, luchan
por lo equitativo y lo justo.
Nunca esperan recompensas,
sólo la satisfacción de lo bien hecho
sólo la tranquilidad de su conciencia.
Fotografía de Joaquín Conde, en la que aparece Antonio Torres Molero en un acto protocolario. Al lado, Antonio Rangel Gómez, el fiel amigo de sus amigos, otro Imprescindible al
que dedico
también los versos anteriores.
Rafael Velasco