domingo, 22 de noviembre de 2015

José Mª Durán, el último arriero y talabartero

Se llama José Mª Durán Sánchez, casado con Carmen Castaño Tamayo. De  los dos me honro con su amistad desde hace casi cuarenta años. Tienen­­­­ siete hijos , como ellos buenísimas personas, y  once nietos. José Mª es todo un referente en La Puebla, aparte de por ser muy buena persona y saber relacionarse muy bien con todo el pueblo, por ser uno de los últimos arrieros que quedan ya en el pueblo y quizás el que más empeño ha puesto por que sus burros, cuando salen a trabajar, vayan como de fiesta, dispuestos a pasar revista, bien pertrechados, bien jateaos, como diríamos en lenguaje castizo andaluz. Y es que José Mª con el tiempo se ha ido haciendo también un maestro talabartero que cuenta ya con un pequeño museo de piezas propias y muy vistosas. Una estampa ancestral y característica, que no quisiéramos perder y nos aferramos a ella con reportajes como este, es ver a José Mª como a algún otro arriero recorrer las avenidas del pueblo durante la recolección de la aceituna, ya próxima, saludando a todo el mundo y como en un desfile ceremonial. Y es que La Puebla tiene zonas escarpadas vetadas  al tractor y la maquinaria para el acarreo de material, aceituna o corcho, sobre todo.



José Mª en la Cooperativa Ntra. Sra. de las Huertas con su hijo Manolín tras la descarga de la aceituna

Hola, José Mª, estás jubilado, pero seguimos viéndote a veces con tu arria o bregando con los burros…

-Hola, bueno sí que estoy jubilado, pero me gusta acompañar a mis hijos en el trabajo con las bestias, sobre todo si se trata de trabajos más sencillos, porque cuando es algo más duro ya no voy  ni de acompañante.



¿Cómo llegaste a este oficio?

-Pues  este oficio era el que en mi casa y en muchas  casas del pueblo se venía haciendo en los años 40-50 y raro era que en alguna casa no hubiera un par de bestias. Así que cuando mi padre murió yo me quedé a cargo de sus burros y seguí trabajando en el oficio hasta la hora de mi jubilación.

Me imagino que tus burros habrán sido para ti auténticos compañeros de trabajo…

-Imaginas bien, porque el trabajo con los burros es de mucho tiempo, por lo que son muchas las horas que he pasado en compañía de ellos. Cuando era la época de la aceituna salía de mi casa a trabajar a las 6 de la mañana y volvía a las 6 de la tarde, por lo que pasaba todo el día con ellos.

¿Conservas de alguno algún recuerdo especial?

-Conservo muchos recuerdos especiales y de casi todos me ha quedado algo. Cada uno de mis burros tiene sus propios aparejos y aperos, por lo que cuando alguno ha muerto sigo teniendo sus aparejos y a la hora de identificarlos pues le seguimos llamando “el aparejo de Tabernero”, por ejemplo…

¿Y qué nos dices de la talabartería? ¿Quién te enseñó este arte?

-Ahora mismo a mi edad, la talabartería se ha convertido en mi principal actividad, le dedico bastantes horas al día y me gusta mucho cómo quedan mis bozales y aparejos cuando están terminados. Este trabajo no me lo enseñó nadie, yo tenía en mi juventud ,al igual que otros arrieros, una aguja y guita siempre en el bolsillo por si se rompía un aparejo en la jornada laboral poder coserlo sobre la marcha, para que esto no impidiera el trabajo  diario del animal. A medida que fueron pasando los años había que renovar los aparejos y bozales porque estaban ya muy estropeados y gastados y le hacían daño a las bestias, fue ahí cuando empecé a “cosisquear” algo pero poca cosa, esto fue cada vez a más, hasta que poco a poco fui afinando con lanas de colores, diferentes guitas para decorar.. y una vez jubilado ya sí empecé a dedicarle más tiempo.







Cuando miras para atrás, ¿ cómo valoras el trabajo que has desarrollado con tu arria de burros?

-Bueno, pues hasta ganas de llorar me entran y tristeza, porque he trabajado tanto con los burros y mis hijos también… Yo he sacado a mi familia adelante con el trabajo de los burros, siendo este trabajo el único jornal que entraba en mi casa. Actualmente está todo  muy mecanizado y los caminos adaptados, pues cada vez se necesitan menos bestias para trabajar, porque  a casi todos los sitios llegan ya los tractores y los coches.

Y qué decir de haberte visto solo antes para los preparativos de los burros y las cargas y descargas, de aceituna, de corcho…

-Pues así fue, estaba solo para la carga y descarga. He sido un hombre fuerte y no me quedaba más remedio que hacerlo solo, era cuestión de hacerlo “sí o sí” , pero tengo que decir que siempre conté con la ayuda de los vecinos del pueblo cuando necesité que me echaran una mano en alguna faena.




José Mª con su hijo Antonio en la faena de la saca del corcho

¿Va a tener tu arria continuidad  con algún hijo tuyo cuando tú te retires definitivamente?

-Pues de momento sí, todos están dispuestos a la continuidad de la arria, el inconveniente es la escasez de trabajo de los animales, por lo que a mis hijos no les queda más remedio que trabajar en otras labores cuando el trabajo con los burros no es posible. En las temporadas de la aceituna y el corcho trabajan  con los burros y el resto del año trabajan en lo que sale.

¿ Ha aprendido alguno de tus hijos lo que tú sabes de talabartería?

- Pues no, alguno se defiende como yo lo hacía en mis comienzos, pero ninguno cose como lo hago yo, según dicen, y creo que es porque esto requiere muchas horas de trabajo.





Gracias a José Mª Durán por sus atenciones. Posiblemente volvamos  a esta casa para que Carmen, su mujer, también nos hable de  otro arte ancestral como es el de los encajes de bolillos que ella realiza con primor y maestría.