Uno de mis deseos cuando puse en marcha este blog en el verano de 2015 era que fuera participativo. Si estaba destinado al pueblo y se creaba con el fin de poner en valor las señas de identidad de La Puebla de los Infantes y sus singularidades, lo lógico es que se contara con su participación; por lo que lo haremos en esta entrada, que trata de recordar o dar a conocer a los jóvenes que eran entonces muy pequeños o ni siquiera habían nacido, un gran acontecimiento que tuvo lugar en el pueblo entre los meses de enero y febrero de 2008, va a hacer pronto 14 años, consistente, primero: en la concesión del título de Hijo Predilecto de la Villa a D. Francisco Atalaya Romero ( acuerdo por unanimidad del Pleno del Ayuntamiento el 22 de enero de 2008); segundo: poner el nombre al nuevo Museo Municipal de Artes y Costumbres Populares y una rotulación de cerámica en su casa natal (entrada por su fragua) conmemorativa de dicho nombramiento; y tercero: celebrar un acto de homenaje a su persona el 28 de febrero de 2008, Día de Andalucía, y entrega a su familia de tal distinción, en el Teatro Municipal.
¿ Quién era D. Francisco Atalaya Romero?
Transcribo al pie de la letra la semblanza de su persona tal como se expresa en el "Considerando" del Expediente del Ayuntamiento para su distinción como Hijo Predilecto:
“ D. Francisco Atalaya Romero, “Curro el Herrero” para todos nosotros
vecinos de La Puebla, fue hijo de una familia artesana humilde, hijo también de
las circunstancias históricas que le tocaron vivir. Dotado de cualidades
innatas para el arte, se vio privado del impulso que todo artista necesita para
desarrollar el potencial que llevaba dentro.
Apenas pudo aprender a leer, y su escuela, su academia, no fue otra que
el trato diario con su entorno, su familia, sus vecinos, su pueblo. Un ambiente
que, artísticamente, poco le podía aportar, y que le exigió, desde la más
temprana edad, dedicarse a otras tareas más prosaicas: el trabajo en la
herrería de su padre. Y todo agravado con un problema de visión que fue dañando
su vista con los años.
A pesar de ello supo buscar sus fuentes de inspiración, supo buscar los
referentes artísticos que llenasen las lagunas que sentía por dentro, supo
formarse con los escasísimos medios de que siempre dispuso, y fue capaz de
llenar el pueblo de obras entrañables.
Pero si artísticamente Curro merece nuestra admiración, humanamente fue
sencillamente asombroso: todos tenemos faltas, pero las de Curro no se notaban:
trabajador constante, sin estridencias, sin alardes: amigo amable, con su punto
de humor, desertor de las conversaciones banales o interesadas, pero siempre dispuesto
a escuchar, estoico en su porte y en su vida, sencillo y honesto en la
resolución final.
Todo el pueblo lo conoce y todo el pueblo le profesa un sincero
aprecio, admiración y gratitud. Con eso basta: necesitamos muchos así y no nos
podemos permitir el lujo de que personas como Curro desaparezcan de nuestra
memoria colectiva. Curro ha pasado ya a formar parte de nuestro acervo cultural
y debe seguir siendo un referente de vida para nuestra juventud.”
Se trata de un museo etnográfico ( de la cultura y el modo de vivir de un determinado lugar). Se encuentra en la calle Castillo, nº 52. Se rehabilitó para él un antiguo almacén municipal , se construyó un bello patio delantero y su entorno por la Escuela Taller “El Castillo”. Se inauguró el 28 de febrero de 2008, Día de Andalucía. En su interior alberga una importante colección de objetos cotidianos y decorativos de los siglos XIX y XX donados por vecinos y vecinas de La Puebla de los Infantes, entre los que figuran muestras de trabajos de forja y orfebrería de Curro el Herrero y del zapatero artesano de La Puebla Antonio González Romero, con una exposición de zapatos de diseño y fantasía. Contiene también el museo al fondo del patio una recreación de una casa tradicional de la localidad.
Dos personas cercanas a este museo, Macarena Rodríguez González, desde sus comienzos fiel colaboradora y donante, y Rogelio Fernández Reyes, nos expresan sus impresiones y sentimientos hacia él:
“Serpenteando por cuestas angostas salpicadas de rincones de cal viva llegamos al museo. Una vez dentro, nuestro tiempo lineal y moderno retrocede ante otro más convulso y antiguo; y es que se nos brinda un magnífico escaparate de objetos, utensilios…estancias de otra época y otras forma de vivir. Para los más jóvenes es un descubrimiento, en cambio para otros lo representado va dejando paso a la evocación, a la nostalgia, al recuerdo. Agudizando la memoria vuelven los lugares tantas veces recorridos, las faenas tantas veces repetidas, los olores olvidados y las personas más queridas.
El
museo representa así, en gran parte, el trabajo duro del campo y del hogar en
armonía con la Naturaleza. No quiere decir esto que volvamos al yugo o al arado
ni al hambre, pero sí a un estilo de vida menos consumista y más respetuoso con
nuestra madre Tierra, porque si no, ¿cuál será el museo del futuro?”
Rogelio:
“El Museo de Artes y Costumbres Curro el
Herrero de la Puebla de los Infantes, se podría definir con los apellidos del
vecino al que se reconoce: Atalaya y Romero.
El Museo es una atalaya no
solo por las espléndidas vistas que ofrece a quien por allí deambule, en la que
se divisa la localidad y buena parte de sus preciosos paisajes, sino porque es
una torre imaginaria que permite otear parte de la intrahistoria del
pueblo: herramientas en las que los
antepasados se dejaron la piel y pusieron el alma;muebles, ropas y enseres que dibujan estampas
de tiempos que ya no volverán, pero con los que nos identificamos porque
nuestros mayores están vinculados a ellos y eso nos sujeta.
Y Romero, que en nuestra
tierra tiene el símbolo del arte. Y eso
contiene parte del Museo, obras de artesanía que alumbraron vecinos y vecinas: aparejos
de arrieros, sillas, corcho, vareta, empleita, encaje de bolillos, bordados,
cuero... que ahí quedan para el orgullo
y la inspiración de las nuevas generaciones.
¿Y qué dicen los foráneos
del Museo cuando lo visitan? Pues
sorprende las sensaciones atávicas que despierta. ¡Me ha encantado! Quizá sea
la frase más repetida de los visitantes, la mayoría de la provincia de Sevilla,
pero también de otras provincias y países. En todos despierta admiración y un
regusto de las papilas gustativas de la memoria, rememorando los ambientes en
los que conocieron lo que han visto.
El Museo es un pequeño
tesoro hecho gracias a la donación de la vecindad (de manera especial, Macarena
) y a la apuesta de las distintas corporaciones. Y un buen recurso para quienes
están trabajando por el turismo en el pueblo. Hay que aplaudir a cada vecino y
vecina que han colaborado, y colaboran, para hacer de esta Atalaya un trozo de
Romero”.
R.V.R. , 1 de diciembre de 2021