miércoles, 1 de diciembre de 2021

Curro el Herrero y el Museo de Artes y Costumbres Populares de La Puebla de los Infantes



Uno de mis deseos cuando puse en marcha este blog en el verano de 2015 era  que fuera participativo. Si estaba destinado al pueblo y se creaba con el fin de poner en valor las señas de identidad de La Puebla de los Infantes y sus singularidades, lo lógico es que se contara con su participación; por lo que lo haremos en esta entrada, que trata de recordar o dar a conocer a los jóvenes que eran entonces muy pequeños o ni siquiera habían nacido, un gran acontecimiento que tuvo lugar en el pueblo entre los meses de enero y febrero de 2008, va a hacer pronto 14 años, consistente, primero: en la concesión del título de Hijo Predilecto de la Villa a D. Francisco Atalaya Romero ( acuerdo por unanimidad del Pleno del Ayuntamiento el 22 de enero de 2008); segundo: poner el nombre al nuevo Museo Municipal de Artes y Costumbres Populares y una rotulación de cerámica en su casa natal      (entrada por su fragua) conmemorativa de dicho nombramiento; y tercero: celebrar un acto de homenaje a su persona el 28 de febrero de 2008, Día de Andalucía, y entrega a su familia de tal distinción, en el Teatro Municipal.




 ¿ Quién era D. Francisco Atalaya Romero?

 Era una persona muy conocida y querida por todo el pueblo, unos le llamaban “Curro”, otros, quizás los mayores que querían verlo con su gracejo de pequeño le llamaban “Currillo” y a continuación le apellidaban “El Herrero” porque esta era su profesión, el cual había fallecido a la temprana edad de 63 años el día 7 de octubre de 2006.

Transcribo al pie de la letra la semblanza de su persona tal como se expresa en el "Considerando" del Expediente del Ayuntamiento para su distinción como Hijo Predilecto:

“ D. Francisco Atalaya Romero, “Curro el Herrero” para todos nosotros vecinos de La Puebla, fue hijo de una familia artesana humilde, hijo también de las circunstancias históricas que le tocaron vivir. Dotado de cualidades innatas para el arte, se vio privado del impulso que todo artista necesita para desarrollar el potencial que llevaba dentro.

Apenas pudo aprender a leer, y su escuela, su academia, no fue otra que el trato diario con su entorno, su familia, sus vecinos, su pueblo. Un ambiente que, artísticamente, poco le podía aportar, y que le exigió, desde la más temprana edad, dedicarse a otras tareas más prosaicas: el trabajo en la herrería de su padre. Y todo agravado con un problema de visión que fue dañando su vista con los años.

A pesar de ello supo buscar sus fuentes de inspiración, supo buscar los referentes artísticos que llenasen las lagunas que sentía por dentro, supo formarse con los escasísimos medios de que siempre dispuso, y fue capaz de llenar el pueblo de obras entrañables.

Pero si artísticamente Curro merece nuestra admiración, humanamente fue sencillamente asombroso: todos tenemos faltas, pero las de Curro no se notaban: trabajador constante, sin estridencias, sin alardes: amigo amable, con su punto de humor, desertor de las conversaciones banales o interesadas, pero siempre dispuesto a escuchar, estoico en su porte y en su vida, sencillo y honesto en la resolución final.

Todo el pueblo lo conoce y todo el pueblo le profesa un sincero aprecio, admiración y gratitud. Con eso basta: necesitamos muchos así y no nos podemos permitir el lujo de que personas como Curro desaparezcan de nuestra memoria colectiva. Curro ha pasado ya a formar parte de nuestro acervo cultural y debe seguir siendo un referente de vida para nuestra juventud.”                                                                                                                  




El Museo de Artes y Costumbres Populares “Curro el Herrero”

Se trata de un museo etnográfico ( de la cultura y el modo de vivir de un determinado lugar). Se encuentra en la calle Castillo, nº 52. Se rehabilitó para él un antiguo almacén municipal , se construyó un bello patio delantero y su entorno por la Escuela Taller “El Castillo”. Se inauguró el 28 de febrero de 2008, Día de Andalucía. En su interior alberga una importante colección de objetos cotidianos y decorativos de los siglos XIX y XX donados por vecinos y vecinas de La Puebla de los Infantes, entre los que figuran muestras de trabajos de forja y orfebrería de Curro el Herrero  y del zapatero artesano de La Puebla Antonio González Romero, con una exposición de zapatos de diseño y fantasía. Contiene también el museo al fondo del patio una recreación de una casa tradicional de la localidad.



Dos personas cercanas a este museo, Macarena Rodríguez González, desde sus comienzos fiel colaboradora y donante, y Rogelio Fernández Reyes,  nos expresan sus impresiones y sentimientos hacia él:

 Macarena:

 “Serpenteando por cuestas angostas salpicadas de rincones de cal viva llegamos al museo. Una vez dentro, nuestro tiempo lineal y moderno retrocede ante otro más convulso y antiguo; y es que se nos brinda un magnífico escaparate de objetos, utensilios…estancias de otra época y otras forma de vivir. Para los más jóvenes es un descubrimiento, en cambio para otros lo representado va dejando paso a la evocación, a la nostalgia, al recuerdo. Agudizando la memoria vuelven los lugares tantas veces recorridos, las faenas tantas veces repetidas, los olores olvidados y las personas más queridas.

El museo representa así, en gran parte, el trabajo duro del campo y del hogar en armonía con la Naturaleza. No quiere decir esto que volvamos al yugo o al arado ni al hambre, pero sí a un estilo de vida menos consumista y más respetuoso con nuestra madre Tierra, porque si no, ¿cuál será el museo del futuro?”






Rogelio:

    “El Museo de Artes y Costumbres Curro el Herrero de la Puebla de los Infantes, se podría definir con los apellidos del vecino al que se reconoce: Atalaya y Romero. 

      El Museo es una atalaya no solo por las espléndidas vistas que ofrece a quien por allí deambule, en la que se divisa la localidad y buena parte de sus preciosos paisajes, sino porque es una torre imaginaria que permite otear parte de la intrahistoria del pueblo:  herramientas en las que los antepasados se dejaron la piel y pusieron el alma;muebles, ropas y enseres que dibujan estampas de tiempos que ya no volverán, pero con los que nos identificamos porque nuestros mayores están vinculados a ellos y eso nos sujeta. 

      Y Romero, que en nuestra tierra tiene el símbolo del arte.  Y eso contiene parte del Museo, obras de artesanía que alumbraron vecinos y vecinas: aparejos de arrieros, sillas, corcho, vareta, empleita, encaje de bolillos, bordados, cuero...  que ahí quedan para el orgullo y la inspiración de las nuevas generaciones. 

      ¿Y qué dicen los foráneos del Museo cuando lo visitan?  Pues sorprende las sensaciones atávicas que despierta. ¡Me ha encantado! Quizá sea la frase más repetida de los visitantes, la mayoría de la provincia de Sevilla, pero también de otras provincias y países. En todos despierta admiración y un regusto de las papilas gustativas de la memoria, rememorando los ambientes en los que conocieron lo que han visto.

      El Museo es un pequeño tesoro hecho gracias a la donación de la vecindad (de manera especial, Macarena ) y a la apuesta de las distintas corporaciones. Y un buen recurso para quienes están trabajando por el turismo en el pueblo. Hay que aplaudir a cada vecino y vecina que han colaborado, y colaboran, para hacer de esta Atalaya un trozo de Romero”.



Mi sincera enhorabuena  a Macarena y a Rogelio por su sensibilidad  ante el tema tratado, y mi gratitud por su generosa colaboración en esta entrada del blog. 

                                         R.V.R. , 1 de diciembre de 2021