La obtención de
carbón vegetal ha sido una actividad milenaria que se pierde en la noche de los
tiempos. Muy importante desde siempre, en sus orígenes se trataría de
restos de madera carbonizada procedentes
de hogueras. Se le relaciona con las pinturas rupestres prehistóricas y en la
Edad de los Metales, con la metalurgia en general y con la forja del hierro en
particular. En los últimos siglos, en concreto a partir del siglo XVIII, de
todos es conocido el impulso agrario en nuestro país y en concreto la
importancia económica de la dehesa en un entorno como el nuestro, en la que
encontramos el beneficio recíproco que se procuran el dueño de la misma, dejando que carboneros y
piconeros la limpien de monte bajo y talen encinas y alcornoques, a cambio de
que se beneficien con la elaboración del carbón y picón respectivamente; por
tanto sería a partir del mencionado siglo cuando comenzaría la comercialización
de estos productos. Algo similar ocurrió con el beneficio mutuo de los dueños y
los caleros en las dehesas, de la que trataremos en otro reportaje.
Fieles
seguidores de esta actividad milenaria, tenemos todavía en La Puebla a diversas
personas que de vez en cuando montan su pequeña carbonera, tras la tala del
olivo o la encina, normalmente para consumo propio y de familiares y amigos.
Tal es el caso de los hermanos Rafael y Francisco Gonzaga Naranjo , a quienes
hemos visitado para rememorar su experiencia como carboneros, y particularmente
para que nos hablen de su último carbón
obtenido recientemente, del que realizó
una amplia serie fotográfica nuestro paisano Manuel Barco Rodríguez, al que le
agradecemos las imágenes de este reportaje.
Rafael y Francisco empalando su boliche o carbonera |
Cubrimiento del empalado con ramas verdes y tierra |
Rafael, en la puerta de su carbonera |
Los dos hermanos recogiendo el carbón, fruto de su intenso trabajo |
Buenas tardes, Rafael y Francisco, somos todo oídos para que nos
habléis sobre vuestra experiencia en torno al carbón vegetal y de los años en que tiene lugar.
-En los
primeros años de la década de los cincuenta nos encontramos con nuestro padre
inválido, nuestra madre y cuatro hermanos pequeños. Rafael, el mayor, tres años
mayor que Francisco, siendo un niño al que le gustaba el campo, que ya había
ayudado a hacer algunas carboneras, comienza a hacer las suyas propias ayudado
por nuestro padre, muy mermado de facultades, para hacer frente al
mantenimiento de la familia. Nos instalamos en un chozo en Los Barrancos, de
Fernando Aranda, en el término de Constantina, cerca del río Guadalvacar y
lindando con Las Francas. Hacíamos el carbón de “tomonte” ( toda clase de monte
bajo y arbustos) porque aparte de que nos resultaba más fácil hacerlo a niños
pequeños era muy demandado porque lo grueso se usaba como carbón propiamente
dicho y el residuo o la cascarilla podía servir como picón en el brasero,
siendo incluso mejor.
(No salgo de mi asombro acerca
de lo que oigo) Entonces, Rafael, ¿con cuántos años calculas que hiciste tu
primera carbonera?
(Sin dudarlo) - Con nueve años. Como referíamos antes yo había
ayudado a hacer algunos boliches a otros carboneros y aprendí a empalar bien
fijándome en todos los detalles y sobre todo dónde tenía que poner la puerta de
la carbonera.
¿Cómo era la venta de vuestro
carbón? (Sale a colación la canción tradicional: “El carbonero, por las
esquinas, va pregonando, carbón de encina…”)
-De la venta se encargaba nuestra madre. Teníamos un
burro, al que le cargábamos dos o tres sacos y ella lo llevaba andando, claro,
a carbonerías de Constantina o de Lora. La venta daba
resultado porque, como decíamos, vendíamos el tipo de carbón más demandado
entonces.
Por cierto, ¿cuál es la
proporción entre la madera empalada y el carbón obtenido?
-Si tenemos en cuenta que la leña que normalmente se
usa es la verde porque da un carbón que pesa y dura más y arderá mejor porque
tiene más gas, la proporción en encina es de cada 4,5 Kg. de leña obtenemos 1
Kg. de carbón. Y en olivo serían 5 Kg. de leña.
¿Rafael, tan buenos recuerdos
os trae a la memoria vuestro trabajo de antaño en el carbón hasta el punto de
haber vuelto a montar recientemente una enorme carbonera?
-En
40 años que llevo en La Puebla de los Infantes he hecho más de 20 carboneras y
la verdad es que ha venido siendo como un hobby, una afición para mí. Si
tenemos en cuenta que además me encuentro magníficamente en el campo…La verdad
es que el carbón en si es bastante trabajoso y si me apuras, hasta peligroso,
pero mis gratos recuerdos de la infancia no eran tanto los del carbón, como la
vida tan sana que llevábamos, la solidaridad entre los que trabajábamos en la
dehesa ante cualquier necesidad que hubiera, los dueños que se portaban muy
bien con nosotros… Este trabajo del carbón nos abrió puertas a Francisco y a mí
, cuando fuimos haciéndonos mayores, a desarrollar otros trabajos remunerados
en la dehesa y en el olivar.
¿Tenéis algún hijo o sobrino que se maneje bien en esto del carbón y esté dispuesto
a seguir la tradición familiar?
-Tenemos
hijos estupendos dispuestos a ayudarnos en lo que necesitemos, como nosotros a
ellos, pero no creemos que sigan con la tradición. Para esto hace falta mucha
afición y haberse criado uno en esto por necesidad o por lo que fuera.
¿Veis posibilidades ahora de que personas del pueblo pudieran realizar este oficio aunque
solo fuera unos meses al año, dado nuestro entorno de olivares y dehesas?
-Ahora
menos que hace unos años porque han comenzado las fábricas de carbón vegetal a
funcionar para el turismo y está el mercado muy saturado. Además lo que es el
tomonte no se puede hacer, porque ya no se puede arrancar el monte de cabeza (
lo que tiene cepa), como la retama, el madroño, el lentisco, el brezo…Las leyes
son cada vez más restrictivas en esta materia.
Muchas gracias a los dos por
vuestra colaboración.