Se
llama José Mª Durán Sánchez, casado con Carmen Castaño Tamayo. De los dos me honro con su amistad desde hace casi
cuarenta años. Tienen siete hijos , como ellos buenísimas personas, y once nietos. José Mª es todo un referente en
La Puebla, aparte de por ser muy buena persona y saber relacionarse muy bien
con todo el pueblo, por ser uno de los últimos arrieros que quedan ya en el
pueblo y quizás el que más empeño ha puesto por que sus burros, cuando salen a
trabajar, vayan como de fiesta, dispuestos a pasar revista, bien pertrechados, bien
jateaos, como diríamos en lenguaje castizo andaluz. Y es que José Mª con el
tiempo se ha ido haciendo también un maestro talabartero que cuenta ya con un
pequeño museo de piezas propias y muy vistosas. Una estampa ancestral y
característica, que no quisiéramos perder y nos aferramos a ella con reportajes
como este, es ver a José Mª como a algún otro arriero recorrer las avenidas del
pueblo durante la recolección de la aceituna, ya próxima, saludando a todo el
mundo y como en un desfile ceremonial. Y es que La Puebla tiene zonas
escarpadas vetadas al tractor y la
maquinaria para el acarreo de material, aceituna o corcho, sobre todo.
José Mª en la Cooperativa Ntra. Sra. de las Huertas con su hijo Manolín tras la descarga de la aceituna |
Hola, José Mª, estás
jubilado, pero seguimos viéndote a veces con tu arria o bregando con los
burros…
-Hola,
bueno sí que estoy jubilado, pero me gusta acompañar a mis hijos en el trabajo
con las bestias, sobre todo si se trata de trabajos más sencillos, porque
cuando es algo más duro ya no voy ni de
acompañante.
¿Cómo llegaste a este
oficio?
-Pues
este oficio era el que en mi casa y en
muchas casas del pueblo se venía
haciendo en los años 40-50 y raro era que en alguna casa no hubiera un par de
bestias. Así que cuando mi padre murió yo me quedé a cargo de sus burros y
seguí trabajando en el oficio hasta la hora de mi jubilación.
Me imagino que tus
burros habrán sido para ti auténticos compañeros de trabajo…
-Imaginas
bien, porque el trabajo con los burros es de mucho tiempo, por lo que son
muchas las horas que he pasado en compañía de ellos. Cuando era la época de la
aceituna salía de mi casa a trabajar a las 6 de la mañana y volvía a las 6 de
la tarde, por lo que pasaba todo el día con ellos.
¿Conservas de alguno
algún recuerdo especial?
-Conservo
muchos recuerdos especiales y de casi todos me ha quedado algo. Cada uno de mis
burros tiene sus propios aparejos y aperos, por lo que cuando alguno ha muerto
sigo teniendo sus aparejos y a la hora de identificarlos pues le seguimos
llamando “el aparejo de Tabernero”, por ejemplo…
¿Y qué nos dices de la
talabartería? ¿Quién te enseñó este arte?
-Ahora
mismo a mi edad, la talabartería se ha convertido en mi principal actividad, le
dedico bastantes horas al día y me gusta mucho cómo quedan mis bozales y
aparejos cuando están terminados. Este trabajo no me lo enseñó nadie, yo tenía
en mi juventud ,al igual que otros arrieros, una aguja y guita siempre en el
bolsillo por si se rompía un aparejo en la jornada laboral poder coserlo sobre
la marcha, para que esto no impidiera el trabajo diario del animal. A medida que fueron pasando
los años había que renovar los aparejos y bozales porque estaban ya muy
estropeados y gastados y le hacían daño a las bestias, fue ahí cuando empecé a
“cosisquear” algo pero poca cosa, esto fue cada vez a más, hasta que poco a
poco fui afinando con lanas de colores, diferentes guitas para decorar.. y una
vez jubilado ya sí empecé a dedicarle más tiempo.
Cuando miras para
atrás, ¿ cómo valoras el trabajo que has desarrollado con tu arria de burros?
-Bueno,
pues hasta ganas de llorar me entran y tristeza, porque he trabajado tanto con
los burros y mis hijos también… Yo he sacado a mi familia adelante con el
trabajo de los burros, siendo este trabajo el único jornal que entraba en mi
casa. Actualmente está todo muy
mecanizado y los caminos adaptados, pues cada vez se necesitan menos bestias
para trabajar, porque a casi todos los sitios
llegan ya los tractores y los coches.
Y qué decir de haberte
visto solo antes para los preparativos de los burros y las cargas y descargas,
de aceituna, de corcho…
-Pues
así fue, estaba solo para la carga y descarga. He sido un hombre fuerte y no me
quedaba más remedio que hacerlo solo, era cuestión de hacerlo “sí o sí” , pero
tengo que decir que siempre conté con la ayuda de los vecinos del pueblo cuando
necesité que me echaran una mano en alguna faena.
José Mª con su hijo Antonio en la faena de la saca del corcho |
¿Va a tener tu arria
continuidad con algún hijo tuyo cuando
tú te retires definitivamente?
-Pues
de momento sí, todos están dispuestos a la continuidad de la arria, el
inconveniente es la escasez de trabajo de los animales, por lo que a mis hijos
no les queda
más remedio que trabajar en otras labores cuando el trabajo con los burros no
es posible. En las temporadas de la aceituna y el corcho trabajan con los burros y el resto del año trabajan en
lo que sale.
¿ Ha aprendido alguno
de tus hijos lo que tú sabes de talabartería?
- Pues no, alguno se defiende como yo lo hacía en mis comienzos, pero
ninguno cose como lo hago yo, según dicen, y creo que es porque esto requiere
muchas horas de trabajo.
Gracias a José Mª Durán
por sus atenciones. Posiblemente volvamos
a esta casa para que Carmen, su mujer, también nos hable de otro arte ancestral como es el de los encajes
de bolillos que ella realiza con primor y maestría.