sábado, 30 de abril de 2016
lunes, 25 de abril de 2016
Entre la realidad y la ficción (II) : Tiempo y espacio en la leyenda de El Jabato
Panorámica desde la Mesa de Sancha: Callejuelas, Umbría del Huertezuelo, Monroy y Valle de Castril |
SOBRE EL TIEMPO
El bandolerismo es un fenómeno que, en Andalucía, tuvo su
mayor virulencia en el siglo XIX. Si en nuestra región se pone fin al mismo a
finales de este mismo siglo, hemos de
situar a “ El Jabato”, como un bandolero típico del siglo XIX. Su estancia
entre los términos municipales de La Puebla y Constantina debió ser breve
porque no trascurrió tiempo suficiente para
que se recogieran por escrito datos sobre él ( nombre y apellidos, edad,
origen, procedencia, descripción de su
persona, hechos en los que participara…) de ahí que los breves episodios a los
que alude la leyenda nos parecen esporádicos, más bien de un bandolero
solitario e itinerante, que en su huida hacia Sierra Morena se instala en sus
estribaciones para descansar, sanar alguna herida o proveerse de medios
económicos cuando se percata de que la orografía, el terreno, al que ha llegado le es favorable. De ahí,
creo, radica el que sobre el personaje
predomine la ficción y la imaginación de los que elaboran esta leyenda de
transmisión oral, a partir de algún hecho concreto como pudo ser la forma de
asaltar a los viandantes, ya de por si suficiente para darle cuerpo a la
leyenda.
Panorámica desde la Mesa de Sancha: La Puebla de los Infantes (a la izquierda) y El Santo (al frente) |
Dicha ficción podría alargarse
sin fin ya que al igual que se le atribuye incluso novia en Constantina, se le
podría situar igualmente viniendo de noche a La Puebla alguna vez y
pernoctando, porqué no, en uno de los mesones de la calle del mismo nombre
popular, tras algunas partidas de brisca o barisca… Y así hasta donde se quiera
( caminos utilizados para ir a Constantina, para venir a La Puebla, forma de
desplazarse: a pie o a caballo, barba postiza, vestimenta y sombrero para no
ser reconocido…), hasta la elaboración de una novela o el guión de una
película.
En primer término, masa forestal donde se asienta la cueva de El Jabato , próxima al arroyo, y al fondo la Mesa de Sancha ( Fotografía tomada desde los Paredones de Martín) |
SOBRE EL ESPACIO
Si nos atenemos a lo que la leyenda y la transmisión oral
nos dicen del personaje en cuestión, “El Jabato” tiene su sede en una cueva que
conserva su sobrenombre, escondida entre
maleza, y situada sobre un promontorio, entre el arroyo y la mesa de Sancha.
Sería desde esta desde donde él dominaría el territorio y controlaría al
personal ¿ Dónde actúa asaltando a transeúntes que van y vienen entre La Puebla a Constantina? Lo más
razonable es que fuera en el tramo de Monroy y los Riscos del Torilejo
(frente a La Adelfa), siendo este último lugar posiblemente el que los
románticos preferirían que fuera, por lo escarpado del terreno. Solo tendría
que atravesar Las Callejuelas y la Umbría del Huertezuelo y llegar a Monroy para Los
Riscos. Se podría suponer que su actuación saqueadora pudiera haberla extendido
también al antiguo camino y posterior
carretera de Constantina a La Algecira (La Quintera) a través de El Castrejón y
Gibla. Como observamos, la mitificación del personaje en cuestión en la
transmisión oral de La Puebla, nos viene dada por la vinculación del territorio
en que se mueve, que pertenece a este término municipal. Es este espacio real,
a la vez, el que le imprime cierta
verosimilitud al relato.
Al fondo, el cortijo de La Adelfa y enfrente, a nuestra derecha, los Riscos del Torilejo ( Panorámica desde la Mesa de Sancha) |
Mi agradecimiento a Carmen Villanueva Márquez
y a su marido Francisco Gómez Aranda que me acompañaron y orientaron en el
recorrido por el territorio de “El Jabato”; y a su madre, Carmen Márquez por
sus informaciones. Carmen Villanueva es biznieta de Antonio Algarrada Castro y
nieta de José Villanueva Santana dueños durante gran parte del siglo XX de
dicho territorio (Sancha, Callejuelas…); en la actualidad, heredado por hijos y
nietos del abuelo.
Entre la realidad y la ficción (I) : Leyenda de El Jabato
El Jabato era un bandolero, que se
asentó en terrenos del término de La Puebla de los Infantes donde se encuentra
la famosa cueva de su sobrenombre, relativamente cerca, a dos kilómetros
aproximadamente, de la carretera, entonces camino, de La Puebla a Constantina,
que era donde él cometía sus asaltos y fechorías, que no solo le suministraban
el sustento para vivir sino que acumularía con el tiempo una enorme fortuna.
Consistía su ardid en que cuando venían unos pañeros de Constantina a vender a La Puebla,
periódicamente, él que tenía controlado su paso, a la vuelta de aquellos al
pueblo vecino, cuando suponía que traerían dinero abundante de sus ventas,
colocaba unos muñecos que les apuntaban con sus trabucos. Él los detenía les
hacía ver que estaban encañonados por su cuadrilla de bandoleros y acababan
dejándoles el dinero por temor a que los acribillaran.
La única persona que se relacionaba
con El Jabato, con el que mantenía una cierta amistad, era un cabrero, según se
dice de Constantina, que, a cambio de regalos, le traía los recados que aquel
le pedía. Quizás por mediación de él llegó incluso a entablar relaciones con
una joven de su pueblo, que veía algunas noches y a la que le confiaba sus
peripecias para hacerse de dinero. Esta joven, cuando dejó sus relaciones con
él, le confió a alguna amiga cómo engañaba El Jabato a los pañeros y a otros a
los que extorsionaba por el referido camino; de manera que llegó a oídos de los
comerciantes los cuales, en adelante, se pertrecharon bien de armas de fuego y
planearon la estrategia de que cuando El Jabato les saliera al encuentro ellos
inmediatamente harían fuego contra él teniendo en cuenta que lo que ellos
creían que era su cuadrilla, se trataba de simples muñecos.
Así ocurrió la última vez y así
acribillarían a El Jabato antes ni siquiera de que empezara a hablar, el cual,
herido de muerte, llegó como pudo a su cueva. Sería allí donde el cabrero se lo
encontraría muerto, le registraría su aposento y se quedaría con todo su
dinero.
Finaliza la leyenda refiriendo el
botín que disfrutarían en adelante aquel cabrero y su familia.
Entrada a la cueva de El Jabato, situada entre el arroyo y la Mesa de Sancha |
domingo, 17 de abril de 2016
Nazario Castaño Morgado y su Canción del Término Municipal
I.- INTRODUCCIÓN : En un blog como este sobre La Puebla
de los Infantes, no podría faltar el poeta puebleño y mejor persona,
Nazario Castaño Morgado: su vida, su obra y, en particular, su “Canción del Término
Municipal”, en la que lo describe todo él, en sus 136 versos, sin dejarse nada atrás; composición
obligada a consultarse cuando se quiere uno orientar por el término de La
Puebla y que forma parte ya del patrimonio cultural del pueblo, que recuerda
con cariño a su autor, como ha sido el caso de la Murga de 1996 que utilizó para
casi todo su repertorio canciones de Nazario, y a quien se le rinde homenaje continuamente cuando se oye a
personas recitando de memoria sus poemas y su famosa Canción. Considero
oportuna esta entrada tras la de los caleros, por la relación de Nazario con
ellos, y es que durante una etapa de su vida trabajó arrancando piedras calizas
en EL Ganchal contratado por ellos, y es mi deseo que este hombre trabajador y
honrado, como otras personas anónimas que allí trabajaron, formen parte también
del sencillo homenaje público que les brindo a los caleros más conocidos de las
últimas décadas en el periódico VIVA La Vega (Nº 37, del 1 al 15 de abril de 2016, Pag. 12) y en este blog (Entrada nº 39).
Nazario Castaño Morgado |
II.- BREVE RESEÑA ACERCA DE NAZARIO CASTAÑO MORGADO (SU
VIDA Y SU OBRA): Nace en La Puebla de los Infantes en 1913, en que crece con
toda clase de carencias, comenzando a guardar ganado desde su más tierna
infancia, lo que no le impide su afán de aprender y adquirir cultura, que lo
conseguiría de manera autodidacta al
unísono y codo con codo con su gran amigo desde niños, Antonio Román Alonso,
otro insigne puebleño que da ya nombre a una calle del pueblo, y con el que
compartiría afanes y esperanzas. Tras su defensa de la democracia republicana
durante la Guerra Civil y las consiguientes represalias por ello, a su
finalización volvería a La Puebla formando su propia familia y realizando toda
clase de trabajos como obrero manual. Siendo ya un hombre maduro, a las referidas carencias desde pequeño y
represalias por su defensa de la democracia, él respondía con sonrisa, buen humor,
espíritu de conciliación y tolerancia, relacionándose perfectamente con todo el pueblo. Su buen humor, su vocación de
poeta, y en fin sus composiciones jugarían un importante papel entre las murgas
de las fiestas de Carnaval de La Puebla
en los años anteriores a la mencionada Guerra Civil, destacando su “Canción del
Término Municipal” (1935), todo un referente en el pueblo. Si bien, Nazario no fue solo compositor de canciones para las murgas; muy al contrario, dejó
escritas muchas otras composiciones en las que quedan patentes su altitud de
miras, su humanidad, su deseo de paz y su apuesta por los valores humanos.
Concluyendo, diríamos que estamos ante un gran puebleño que nos da ejemplo de superación humana, digno de
ponerse de manifiesto. Sus amigos lo recuerdan como “poeta del pueblo y para el pueblo". Finalmente, mi agradecimiento por su colaboración a su única hija,
Carmen Castaño Tamayo.
Entrada al Término Municipal desde Peñaflor |
III.- "CANCIÓN DEL TÉRMINO MUNICIPAL"
Si ustedes prestan silencio Tenemos la fuente Hierro
les podremos explicar que desde allí se ve,
de las tierras que compone El Cuezo y La Mezquita
el Término Municipal: y la fuente La Mujer.
Empezamos por Las Cruces Más arriba, Los Navazos,
Castaño con las chumberas, El Bracho y La Laguna,
los olivos de Molina, Archidona y Los Riscales,
hasta llegar a Las Calveras. Las Monjas y La Fortuna.
Como la falda de El Santo El Casarejo, Las Cuernas,
está tan aparcelada, dehesa de Los Barrancos,
nos subimos a lo alto, Mejías, la Sierra El Lobo,
a la finca de Brigada. hasta llegar al Lagar Blanco.
El llano de Quiebraollas, Tenemos Los Agredanos,
la fuente de Tío Mateo, Gibla y el cerro El Pintor,
el Pozo de la Medina y todos aquellos cortijos
y la estación de Borrego. que hay a su alrededor.
Cantera y camino Palma, El Lentisco y también Sancha,
que todo es muy nombrado, la cueva del tío Vihuelo
está el molino de Lemos, Callejuelas, Los Linares
que está muy próximo al Prado. y la umbría del Huertezuelo.
Pues tenemos El Pozuelo, La dehesa de Castril,
Valdelvira muy a la vera, La Adelfa que cerca está,
y todos los olivares, El Viejo, Los Recitales,
hasta llegar a La Melera. Tres Mojones y Gualvacar.
Tenemos el huerto del Moro, Llegamos a La Viñuela,
la dehesa de El Collado, los cerros de Juan Labrá,
el huerto de Los Tobalos Peñalevanto y La Mata,
y el pecho de El Trasquilado. y La Vera, cerca está.
Pues tenemos Los Canchales, También Monroy y Los Cerros,
hasta llegar a La Tabla, el cortijo de El Tejero,
el molino de Vicente, la sierra de Las Palomas,
que muele a fuerza de agua. hasta llegar a Mazuecos.
También tenemos allí Pasamos por El Campillo,
la presa de La Aurorilla, El Moral y Cañada Rasa,
el barranco de El Infierno Toda la parte de El Sanguino
y los huertos de Angorrilla. y la umbría de la Urraca.
Y más arriba Los Linos, Pasamos por El Ruidero,
El Álamo y el Timonal, El Cañuelo y El Carrasco,
los olivos de La Loma, está la mina de El Galayo,
hasta llegar al Alfar. cuando se llega a lo alto.
El cortijo de Caballo, Más arriba, La Lozana,
el llano de El Herrador, La Eliseda, El Parronal,
y también La Canteruela El Romeral y Los Llanos,
que está a continuación. y todo El Esparragal.
El molino de Domecq Tenemos El Acebuchal
El Monte y Los Celedonios, que sube a La Sierrezuela,
la umbría de La Pileta, La Abejera y El Castrejón,
y el olivar de El Madroño. Los Picachos y La Cueva.
Muy cerca está Piedras Blancas, Tenemos La Gollorita,
la finca Los Cerrillares, cerca de La Barrondilla,
la parte de La Algecira, Las Vegas y El Golondrino,
y al Retamal todos saben. hasta llegar a La Dehesilla.
Después, a continuación, Tenemos Las Majadillas,
tenemos El Cantarero, que están muy cerca de allí,
la parte de La Florida Agua Buena y La Argolla,
y la loma de Borrego. Arroyo Hondo y El Toril.
Nos pasamos por Cañuelas, La parte de Pascualillo,
y la huerta de El Pesebre, que sabrán a donde es,
el llano de La Herrería Las Pitas y el Cerro Gordo,
y también por Garcipérez. que están detrás del cuartel.
Llegamos a Estacá Larga Haza Granado y Cigarra,
y a la haza del Poal, El Greal a la verita,
Meléndez y Los Cabellos El Letrao, La Mesa Torres
que se quedaban atrás. y el huerto de Cascaritas.
Quemadero, Escuchagranos, Poned atención, señores,
El Canchal y La Marquesa, que esto se ha terminado
el hoyo de Valdediós, y que ustedes nos dispensen
Enriaderos y Las Mesas. por si algo se ha olvidado.
El día 30 de marzo de 2017, el Pleno del Excmo. Ayuntamiento de La Puebla de los Infantes aprueba por unanimidad, atendiendo la solicitud de un grupo de vecinos y teniéndose en cuenta sus méritos, denominar con el nombre de Nazario Castaño Morgado una placita construida recientemente en un ensanche de la calle Matadero de la localidad.
Croquis del Término Municipal de La Puebla de los Infantes |
El día 30 de marzo de 2017, el Pleno del Excmo. Ayuntamiento de La Puebla de los Infantes aprueba por unanimidad, atendiendo la solicitud de un grupo de vecinos y teniéndose en cuenta sus méritos, denominar con el nombre de Nazario Castaño Morgado una placita construida recientemente en un ensanche de la calle Matadero de la localidad.
martes, 5 de abril de 2016
En recuerdo y reconocimiento a los caleros de La Puebla de los Infantes
“Colgado de un barranco, duerme mi pueblo
blanco”, canta Serrat. El barranco nos recuerda la ordenación urbanística de la
época romana que disponía el proveer los pueblos de buenos sistemas de desagües
para evitar inundaciones. La blancura nos traslada a nuestro pasado andalusí en
que se inventó el blanqueo de nuestras casas para defendernos del sol canicular
y procurarnos higiene y desinfección al mismo tiempo. Entonces surgiría la
actividad de las caleras. Pero como actividad económica propiamente dicha se empieza a saber en nuestra Andalucía, y se
generaliza, a partir del auge económico agrícola del siglo XVIII. Decíamos en
un reportaje anterior que es a partir de este siglo cuando se comienza a dar importancia económica a la
dehesa y se produce el beneficio recíproco del dueño de la misma y carboneros,
piconeros y caleros que la mejoran con sus actividades. En el caso de los
caleros, en un entorno como el nuestro de predominio de la piedra caliza, ellos
la recogen y obtienen tras una ardua tarea de extracción, acarreo, cargar la
calera y quemarla…, la cal que a continuación tenían que vender por las calles
de nuestros pueblos andaluces, así como en sus propias casas, para el encalado
o blanqueo.
En La Puebla ha
habido una larga tradición de caleras y caleros. La escuela por donde casi
todos debían pasar era nuestro famoso Ganchal ( por canchal = pedregal,
peñascal), un espacio público que en el último siglo ha tenido diversas
funciones, pero la mejor, hasta ahora, ha sido, sin duda, la de la extracción
de piedras calizas, el montaje de caleras y la fabricación de la cal no solo
para el blanqueo sino para las obras de construcción.
Hoy hemos quedado citados
con Manolo Gámiz Santana, de la saga de los Santana, aunque su “apellido” por
el que más fácil se les conocía a todos era el de “Calero” y con Juan Antonio Saravia
Martínez, prácticamente el último calero en activo, aunque ya casi octogenario.
Y hemos quedado en la calera de este
último que tiene cargada ya y a punto de quemarla en El Ganchal,( pues quiere
terminar allí esta actividad donde empezó desde niño) para que nos hablen de su
experiencia como caleros, Mientras les
tomo una foto para el recuerdo, me van relatando sus vivencias al tiempo que me
enseñan las partes de una calera: el caño, la puerta, el pecho y el cobijo o
cabeza; las piedras que se utilizan y sus propiedades: la almendrilla ( la que
da mejor calidad de cal), la tosca( de inferior calidad) y la jabaluna(mejor
para obras). Así mismo, me enseñan sus herramientas: el calabozo para cortar
monte bajo; el pico, la espiocha, la porra, la barra, el porrillo,… para
arrancar piedras y partirlas; el horquillo para meter el monte en la calera, el
gancho para bregar con los haces de monte o ramón. Me aclaran que el mejor monte
era la jara, la retama y la chaparrera; pero observo que los haces de que
dispone ahora Juan Antonio son de ramón
o varetas de olivos, procedentes de haber desvaretado los suyos, también
observo leña amontonada, porque actualmente el monte bajo está protegido y no
se puede cortar.
Juan Antonio Saravia Martínez y Manolo Gámiz Santana, en la actualidad, en la calera del primero en El Ganchal |
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Carga de una calera de los Hnos. Santana Asenjo en el Cordel de Hornachuelos, junto a los Ganchales/Canchales de la Virgen |
Manolo conoce el
oficio. Conoció desde pequeño el trabajo de su abuelo Manuel Santana en El Ganchal,
que a su muerte lo proseguirían su abuela Carmen Asenjo y sus hijos. Sobre los
doce años se incorporó al trabajo en firme con sus tíos Eduardo y Adrián, ya fallecidos, en sus caleras del Cordel de
Hornachuelos, que sirve de límite entre los términos municipales de La Puebla y
Peñaflor, a la altura de los Ganchales o Canchales de la Virgen, donde tenían
en abundancia las piedras calizas que necesitaban. Y con ellos estaría casi
hasta los treinta años. Se le nota la desenvoltura cuando dialoga con Juan
Antonio en el lenguaje o jerga de los caleros y cuando tiene respuesta para cualquier duda que le planteo, aunque
prefiere que sea Juan Antonio el que dé primero sus explicaciones por la
cortesía ante una persona mucho mayor que él. Me refiere sus buenos recuerdos
del disfrute del campo, de la dehesa, de dormir bajo una encina mientras se
quemaba la calera…Por contra también recuerda el trabajo duro de arrancar
piedras de las soleras o la complicación
que les producía una tormenta en la mitad del proceso de la quema.
![]() |
Los hermanos Ramón y Juan Antonio Saravia descargando una de sus caleras |
Juan Antonio tenía
tres hermanos varones mayores que él: Ramón, Antonio y Manuel, que también han
sido caleros, y aprendieron el oficio de
los maestros caleros de El Ganchal, particularmente de Manuel Santana y de
Celedonio González Santana. Él lo aprendió de su hermano Ramón, diez años mayor
que él, con el que trabajó desde niño hasta que se casó y se independizó
ubicando su calera en el Km.8 de la
carretera a Peñaflor, junto a Almenara.
Refiere cómo ha compatibilizado este
trabajo con el de arriero y el de carbonero. Su pequeña arria le facilitaba la
labor del transporte de piedras en las pedreras, de haces de monte y ramón, de
leña, de cal, de carbón, de aceitunas, de corcho... Recuerda también a su
mujer, ya fallecida, y a sus hijos Dolores y Juan José que le ayudaron en tantos trabajos. Demuestra que
a su edad todavía conserva una gran afición por estas actividades, sobre las
que nos dice que aunque reconoce que son muy duras, él, por haberse criado en
esto, las entiende y las realiza con facilidad. Y una de sus mejores
distracciones consiste en ir a alguna feria de ganado a disfrutar de buenas
razas de burros.
Finalmente ambos se lamentan que se haya ido
perdiendo esta actividad a partir del proceso de industrialización de pinturas
y materiales de construcción sustitutivos de la cal, pero valoran mi
interés de recordar estos temas porque esa ha sido la vida de muchos
puebleños y sus familias desde siglos atrás y señas de identidad y cultura de
nuestro pueblo. Y están dispuestos los dos a transmitirlo a los niños y jóvenes
del pueblo que acompañados de sus maestros
y maestras o sus padres y demás personas interesadas deseen conocerlo.
Muchas gracias a Juan Antonio y a Manolo. Fotos: Joaquín Conde y Rafael Velasco.
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